Por: Katherine Rodríguez Cárdenas
Noches interminables tocando a todo volumen en bares de mala muerte. Noches llenas de música y efervescentes de furor colectivo por un gran grupo de cuatro personas. Tocadas en La Caverna, pub del barrio local, santuario para sus voces y sueños, vibrando con los imaginarios aplausos de un multitudinario grupo de fanáticos. No los unía nada más que la juventud, música y pasión, eran diferentes, iban a destiempo, nada era igual para ellos, nunca lo fue y tampoco volvería a serlo.Porque el universo no es aleatorio si todo comenzara de nuevo ellos seguirían allí, tal y como iniciaron, como crecieron y trágicamente algunos se fueron. Todo pasaría exactamente igual, si algo cambiara ya no serian ellos, la trascendencia seria de otros.
La banda comenzó a sonar, usaron de megáfono el viento que no tiene fronteras, así conquistaron, así crecieron, ellos no son del pasado, no son ni la mitad de los hombres que fueron, son gloria eterna, son espíritus de sonido vivo que arde en cualquier portal del tiempo, es irresistible, atrayente y magnético. Ahora es como si estuvieran aquí para siempre.
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