Por: Llallire Bellido, Erich Y.
Los valores se inculcan, la educación es parte de la cultura, nuestras costumbres se reflejan en la sociedad. Ahora… ¿La ignorancia y los prejuicios son parte de la cultura?, yo no dudo en decir que están más que incrustadas en los hábitos sociales.
Existen documentos nacionales e internacionales en los que se aseguran el respeto a la justicia, a la ley, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales (sin distinción de raza, género, idioma o religión). No nos hagamos más los tontos, estos son simples escritos que muchos escupen y pisotean sin tener una pizca de vergüenza. Pero, no abarquemos tanto, primero lo nuestro y después el resto:
Nuestra sociedad es pluricultural y multilingüe, ¡qué orgullo!… se entiende, pero creo que le ha faltado agregar “variomental”. Existen diversos e ilimitados tipos de pensar casi igual o más que las lenguas y culturas originarias de nuestro país. La excepción entre estos importantes entes, es que los idiomas y culturas nativas -patrimonio exclusivo de los que somos nacionalmente peruanos- son indefensos por la exclusión; pero las millones de mentes que habitan Perú arremeten brusca y maléficamente sobre los primeros, la reconocemos por su vileza, injusta e inconciente existencia, es la discriminación.
A nadie seduce y encanta la pobreza. El desear dinero, poder, superioridad no justifica perder el respeto, la tolerancia, la moralidad; para llegar a ellos debes ser sabio, y un sabio no menosprecia la cultura de otros, la valora.
Entiendo el sentido de la elección, el distinguir, el preferir, pero no el denigrar, el insultar, el menospreciar, y sobre todo el de no respetar. Me pregunto, dónde queda la integración social, dónde se esconde la igualdad, supongo que en la apariencia, en la saliva, en un papel; casi nunca reluce en la actitud. Éste ya no es un problema, es un retorcido fenómeno en la mentalidad, y es de cultura, es de costumbres, es de educación, es regional y también mundial.
Muy pocos se han inmolado por el respeto a su pueblo, a su sangre, a su ser; casi nadie lo entiende, demasiados lo ignoran. Ilustres aquellos como Nelson Mandela, Mahatma Gandhi (de alma grande), Juan Santos Atahualpa, Tupac Amaru II (primero en pedir la libertad y decretar la abolición de la esclavitud negra por primera vez en América) y muchos más por citar. Unos resistían profetizando, otros en rebelión; distinto fue el epílogo, pero su horizonte inicial era la mismo, exigían respeto a la dignidad de su gente, clamaban a la liberación y no a la insignificante lástima ni sobra de los magnánimos opresores.
La discriminación se pasea amplia e infinitamente, ésta infecta y se convierte en prototipo barato de globalización y se sumerge como opio en nuestra población. Tiene doctrina (racismo), tiene historia, tiene adeptos y además tiene raíces (más fortalecidas que nuestros valores), de las que brotan anómalas patologías (xenofobia), crisis (de identidad), violentos actos de rechazo. ¡Cuidado! que es nocivo, ésta se acerca indefensa entre mansas burlas y chistes, la discriminación mata, elimina, fulmina culturas, termina contigo.
Nuestra gente es precaria de dinero, es que nos robaron; sin educación, nos siguen robando; sin autoestima, es que siempre nos han humillado y utilizado, sin ansias de superación y estado de inercia, psicológicamente tengo que ser un pobre hombre humilde satisfecho de mi banco de oro; tengo que ser conformista con la justicia, es un lujo, nosotros siempre seremos plegarias sin respuestas… ¿Dónde crees que iniciamos el cambio?
Sabemos que la descentralización, la inclusión y la igualdad son casi una ilusión con las que muchas veces nos manipulan. Dejemos de esperar a salvadores, eliminar la discriminación no está en las manos del futuro presidente, tampoco en las de tu gobernante, menos en las de otros, está en las tuyas. Somos distintos pero no desiguales, no uses tu lástima ni tu corazón, usa tu conciencia, actitud y razón, al final es tu orgullo, tu peruanidad. No te obligo a amar tu origen, pues es tu sangre la que clama el respeto.
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